imagen de blog 1Se podría decir que hoy en día dependemos más que nunca de la escritura. La mayor parte de las labores productivas, comerciales y recreativas de la vida moderna utilizan esta forma de comunicación. Sin embargo, el frenesí de información en el que nadamos, esa urgencia por transmitir ideas a una velocidad cada vez mayor, nos está llevando a un estado peligroso de descuido que amenaza con destruir la herramienta de la que tanto dependemos.

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Así replicará una persona práctica a la que, efectivamente, habrá que darle algo de razón. Es verdad, si has podido descifrar este mensaje pésimamente escrito, quiere decir que la información ha llegado a su destino a pesar de todo. Por este motivo es muy fácil encontrar quien piense que es poco productivo tomarse la molestia de escribir con corrección en un ámbito informal de nuestras vidas, pero es ahí donde transcurre la mayor parte de nuestra comunicación. Esto significa que casi todo el tiempo estamos expuestos a un mal uso de la lengua que nos está llevando a desaprenderla, dejándonos desarmados cuando debemos enfrentarnos a escenarios lingüísticos más exigentes. Sobre las consecuencias de esto se ha escrito muchísimo.

¿Y qué pasa con la escritura en la vida profesional?

Del mismo modo en que un vendedor cuida su apariencia personal y una marca pone especial atención en el diseño de la etiqueta de su producto, todo el que pretenda promocionarse a través de un medio escrito debe evitar cometer faltas que comprometan su imagen.

Ninguna pequeña empresa o startup se arriesgaría a prescindir de los servicios de un buen diseñador gráfico a la hora de definir el rostro que presentará al mercado. Con la comunicación escrita pasa otra cosa. Muchas veces creemos que somos competentes en el área lingüística porque, en efecto, somos capaces de comunicarnos en nuestra vida cotidiana, pero existen distintos niveles de conocimiento y especialización en el idioma, distintas formas de ensamblar un discurso y distintas estrategias que pueden o no hacerlo más efectivo. Parece una cosa de sentido común contratar a un diseñador gráfico para construir una imagen profesional. Es igualmente necesario contar con la ayuda de un experto en la lengua cuando pensamos publicar una nota de prensa, un broshure, un anuncio publicitario o incluso para elaborar el menú de un restaurante.

Aquí va un caso muy triste sacado de la vida real:

Hace unos días me topé con un sitio web que ofrecía unas píldoras maravillosas para bajar de peso, pero sus publicaciones contenían muchísimos errores ortográficos y gramaticales. Inmediatamente pensé que si estas personas eran tan descuidadas al presentar su producto, también lo serían en otros detalles importantes. Su campaña de promoción se volvió en su contra. Sentí miedo y corrí, corrí muy lejos de su carrito de compras y nunca más volví a ese lugar. La desconfianza se hace más fuerte en este caso porque se trata de algo que puede afectar la salud de la gente, aunque es la misma desconfianza que aparece en un empresario al revisar una lista de nuevos proveedores o en un gerente al leer la hoja de vida de un aspirante.

Nadie debería correr el riesgo de perder una venta o un trabajo por hacerle pensar a los demás que lo que ofrece es de mala calidad. Por encima de la estética de un buen diseño, el mensaje se lee a través del texto escrito, no lo descuides.

@ltroita